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sábado, 29 de septiembre de 2012

Quis ut Deus?

Hoy es la fiesta conjunta de los tres únicos ángeles que la Biblia  menciona por su nombre:  Miguel, Gabriel y Rafael.

Antiguamente, cada uno de ellos tenía su propia fiesta. La de San Gabriel se celebraba el 24 de marzo, día muy oportuno por ser la víspera de la Anunciación.  La fiesta de San Rafael tenía lugar el 24 de octubre. Y la fiesta de hoy era exclusiva de San Miguel, recordando el aniversario de la dedicación de la iglesia consagrada  al arcángel en Roma.

San Miguel es llamado "Príncipe de la milicia celestial"; en el Apocalipsis aparece entablando,  junto con sus ángeles, una gran batalla contra Satanás.


"Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Angeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles,  pero fueron vencidos y expulsados del cielo.  Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás" (Apoc 12, 7ss).
Por eso se lo suele representar con atavíos de soldado y portando armas: generalmente una espada y un escudo.


Precisamente nos interesa aquí el escudo de San Miguel.  En otras ocasiones nos hemos referido a santos que -por distintos motivos- embrazan escudos. Quizás el santo que con más frecuencia lleva un escudo en sus representaciones iconográficas sea  justamente San Miguel Arcángel.



En la representación que vemos en las fotos, Miguel sostiene un escudo con la frase "Quis ut Deus", que significa "¿Quién como Dios?", que es  precisamente la traducción del nombre "Miguel".



La imagen que se ve en las fotos está ubicada junto a la entrada principal de la Basílica del Espíritu Santo, en el barrio de Palermo.



Algunas de las fotos las tomé en septiembre de 2011 y otras en marzo pasado.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Escudo del Colegio Nacional de Monserrat

Hojeando las  páginas de la interesante "Historia de la Argentina" de Vicente Sierra, nos encontramos con  este escudo,  perteneciente -según reza el epígrafe- a Ignacio Duarte Quirós, fundador del Real Colegio de Monserrat, en Córdoba:


Ignacio Duarte  Quirós (o Duarte y Quirós) fue un sacerdote argentino que vivió entre 1618 o 1620 y 1703, que en 1687 fundó el actual Colegio Nacional de Monserrat (que en 2012, por tanto, cumplió 325 años).  Es el segundo colegio más antiguo del país.



Al buscar información en la Red acerca del Colegio de Monserrat, nos encontramos con que el correspondiente artículo de Wikipedia  muestra erróneamente como escudo del colegio el escudo de la Universidad Nacional de Córdoba, de la cual depende el colegio, como vemos sobre estas líneas.   De ese escudo nos hemos ocupado la semana pasada.

Sin embargo, en el mismo artículo, más abajo y sin imagen,  con el título "Escudo Del Colegio Nacional De Monserrat" se lee el siguiente texto:
En el Escudo del Monserrat Duarte y Quirós coloca símbolos espirituales, como la Stella Matutina, que representa a la Virgen María como Madre Universal. En el campo se muestra un ciprés, cuyas ramas representan todas las generaciones de monserratenses. Y separando la estrella y el ciprés dos llaves cruzadas con la finalidad de abrir el entendimiento: el de las Letras y el de la Virtud, porque en Virtud y Letras se formarán los estudiantes como caballeros.



Esta descripción se corresponde, aproximadamente, con el escudo que vimos al principio.



Por lo tanto, se genera una duda:  el escudo que vemos sobre estas líneas,  ¿es el escudo familiar de Duarte Quirós o es un escudo que él creó para el Real Colegio de Monserrat?

La respuesta a ese interrogante comienza a aparecer cuando buscamos en la Red un escudo que corresponda a alguno de los linajes del apellido Quirós.



El escudo (hallado en Heráldica Hispana) se parece mucho al que muestra Vicente Sierra en su libro. En campo de plata, dos llaves de azur, en sotuer, los anillos bajos y enlazados por una cinta de gules, y acostadas de tres luneles de gules a cada lado. Dos flores de lis de azur en jefe y otra en punta. Orlando el todo, en letras de sable, en lema familiar: "Después de Dios, la casa de Quirós". Bordura de gules, con ocho aspas de oro.  Falta el ciprés, y los símbolos no son exactamente los mismos, pero evidentemente hay un parentesco entre ambos blasones. 

En este Blog nos hemos ocupado también del escudo atribuido al pintor argentino Cesáreo Bernaldo de Quirós:






Evidentemente hay semejanzas.

Buscamos luego en la página web del Colegio Nacional de Monserrat, donde el escudo es usado y exhibido con profusión.


Vemos a continuación varias versiones del escudo, tomadas de distintos lugares de la Red:



En la página web del Colegio Nacional de Monserrat  puede leerse la Revista "Monserrat" en cuyo número 4 (de fines de 2011) hay una explícita referencia al escudo institucional, que recogemos a continuación en forma textual (con una pequeña corrección de una errata meramente material):








«El Colegio desde su creación necesitaba objetivarse en un escudo, que representara esa gran familia identificada  con sus insignias.

Ese emblema Monserratense marca, a través del tiempo,  la alcurnia de su espíritu y el equilibrio perfecto de la  sabiduría.

Duarte y Quirós quiso darles esta identificación a los hijos de su Casa y apeló en su composición a los símbolos espirituales, que por atemporales, no perderían nunca vigencia.

Así, en su campo se destaca en el palo un gran ciprés que naciendo desde la punta donde se arraigan sus raíces, se  abre en la faja con el esplendor de ramas que representan  todas las generaciones de monserratenses unidos en perfecta comunión.



Arriba ya en jefe, la estrella, la Stella Matutina, que representa la Virgen en su carácter de Madre Universal.

Dos llaves que se cruzan en esta parte superior separando la Estrella y el Ciprés nos recuerdan las dos llaves que  deberían abrir el entendimiento: aquello que facilitaría el  encuentro con “las letras” que es la sabiduría humana, el  bagaje de conocimientos y experiencias de los negocios terrenos y aquella otra que permitiera entrar en el mundo  trascendente de la “Virtud” que es la ruta de las verdades  eternas, el encuentro con Dios, camino que lleva a la meta de la Gloria.

Porque “en Virtud y en Letras” deberán formarse los nuevos estudiantes, que armados con ellas llevaran el nombre del Colegio ante el corazón de las gentes  (ut…portet nomen deum in coram gentibus).

Cuatro flores de lis en la franja y cuatro rosas en la punta, a diestra y siniestra anuncian a las personas que aquí, bajo estos muros y hacia los cuatro rumbos, la pureza del lirio y el encendido rojo de la caridad, serán los atributos irrenunciables de aquellos que al pasar por sus claustros se formaron para salir caballeros en la vida, donde la luz que emana del Monserrat será siempre encendido por Estrella.



Un ramillete de lambrequines distribuidos en forma simétrica le hacen marco al escudo, rodeado de piezas honorables con las 8 cruces que también en simetría anuncian el equilibrio que la razón exige a los estudiosos.

Y porque el Escudo es identidad, él debe estar presente en los grandes acontecimientos y en el hecho cotidiano, en las alegrías y tristezas del Colegio y en las acciones grandes y pequeñas de la vida, porque no es solo defensa y protección sino definición del Alma Mater que fue  moldeando el espíritu monserratense, resumen entonces un ideal irrenunciable».



¿Tomó Ignacio Duarte Quirós sus propias armas y las modificó para que fueran las del colegio que fundó? ¿O el proceso fue otro? Y ¿por qué las diferencias entre los escudos?  No lo sabemos, pero indudablemente es laudable que el Colegio Nacional de Monserrat continúe identificándose con orgullo, a lo largo de los siglos, con tan esbelto escudo.


Celebramos con esta entrada los 325 años del Colegio de Monserrat, en el cierre del "Mes de la Educación".

jueves, 27 de septiembre de 2012

Escudo de Rincón de Milberg


Rincón de Milberg es una localidad  ubicada en el partido de Tigre, que -al menos en avisos publicitarios como el que nos permitió obtener la imagen que vemos- se identifica con este emblema, de resonancias heráldicas.

Se llama así  porque -según Wikipedia- "las tierras que forman el Paraje Rincón de Milberg eran propiedad de Lopez Camelo", quien  "las ofreció en venta a su amigo Juan Milberg Dillon".  Este, después de casarse, se instaló  "en su nueva estancia en las tierras recién adquiridas, a la cual llamaron 'El Rincón'".  Los numerosos  descendientes de este matrimonio "fueron vendiendo sus tierras hasta que el paraje tomara la forma actual, urbana y con un centro comercial pujante, junto con varios barrios privados". 

No nos consta que este símbolo se use como escudo de la localidad.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Fachadas: Ciudad de la Paz 1596 (2 de 2)

Ayer vimos un hermoso escudo, fuera de lo común, que adorna el frente de una casona en la dirección del título.


Pero hay otro escudo -más sencillo y más estándar- sobre la puerta principal. Lo vemos en la foto que sigue, tomada -como las de ayer- el 23 de marzo.


martes, 25 de septiembre de 2012

Fachadas: Ciudad de la Paz 1596 (1 de 2)

La foto que sigue fue tomada del sitio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Corresponde a una hermosa casona  ubicada en Ciudad de la Paz 1596.


Sobre la ventana del primer piso, puede apreciarse este hermoso escudo, que podemos ver en varias fotos que tomé el pasado 23 de marzo.



El escudo es un terciado en barra,  con un grifo contornado en el primer campo, tres flores de lis en la barra, y una torre en el campo restante.




Quizás lo más destacado del escudo sea el águila bicéfala que oficia de soporte, cuyas cabezas asoman por la parte superior.

Realmente un ejemplo muy destacado del arte heráldico que en tantos lugares adorna las fachadas porteñas. Pero no es el único escudo visible en esta casona de Ciudad de la Paz 1596. Mañana mostraremos otro.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Bicentenario de la Batalla de Tucumán

Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de la Merced.



En un día tal como hoy, hace 200 años, tuvo lugar la gloriosa Batalla de Tucumán, un extraordinario triunfo de Belgrano sobre las fuerzas realistas.


Por ello dedicaremos la entrada de hoy a las banderas de la provincia de Tucumán.

Hablamos en plural "las banderas", porque Tucumán fue escenario de una lamentable ida y vuelta con su enseña  provincial.  En 1995 la Legislatura tucumana  (en tiempos de la gobernación de "Palito" Ortega) aprobó por unanimidad esta bandera, que, por cierto, e independientemente de los espurios motivos que se alegaron para derogarla, es bastante deficiente desde el punto de vista vexilológico:



"En un único campo de color celeste tiene en el centro una cruz romana de color blanco con las fechas 1812 y 1816 en ambos extremos del brazo horizontal y apoyado en éste  un medio sol naciente con diez rayos visibles alternados largos y cortos de color amarillo por detrás del brazo vertical y  debajo el esquema de la Casa Histórica de Tucumán también en amarillo sobre el brazo vertical de la cruz y a ambos lados de él dos ramos de laurel de color verde". 

"Los colores  celeste y blanco reflejan que  pertenece a la nación.  Las fechas son clara relación con la creación de la enseña nacional y la Independencia de la nueva nación representada por el sol naciente y el lugar donde ocurrió: la Casa Histórica rodeada por dos ramos de palma y laurel:  triunfo y gloria".

Poco tiempo después de su aprobación, no obstante, la bandera fue cuestionada por algunos sectores por ostentar  ella una cruz, alegándose que no representaba a todos los habitantes de la provincia. No hace falta abundar demasiado en la escualidez y en la intencionalidad de tan absurdo argumento, teniendo en cuenta además que la cruz  es  el símbolo fundacional de Tucumán.

Fundación de Tucumán

Sea como fuere, en 1999 la bandera dejó de ser usada de hecho,  aunque  no fue derogada sino hasta 2008. La provincia  decidió entonces darse como bandera local una de las llamadas "Banderas de Macha", a que nos hemos referido hace algunos días.  



La "Bandera de Macha" se convirtió en bandera  de Tucumán desde abril de 2010 por ley provincial número 8291.



El artículo 2° de esa ley dispone que "en las ceremonias oficiales la bandera llevará como pieza de honor la imagen de la Virgen de la Merced, Patrona de la Provincia, Protectora del Pueblo de Tucumán y Generala del Ejército Argentino con su bastón de mando en la parte superior izquierda de la corbata y la leyenda "24 de Setiembre de 1812", mientras que en la derecha llevará el isotipo de la Casa Histórica de Tucumán, con la leyenda: "9 de Julio de 1816", igual al diseño que se adjunta como parte integrante de la presente Ley, la primera en función de la importante presencia de esta advocación en la historia de nuestra Provincia, y la segunda por ser el lugar donde se firmó el Acta de la Independencia en Sudamérica".

La siguiente imagen, que forma parte oficial del anexo de la mencionada ley, muestra la bandera y las corbatas que describe el artículo 2°:




Aunque en algunos sitios (vgr. en Wikipedia) se afirma que "el diseño [de la Bandera de Macha] es atribuido a Manuel Belgrano, quien la habría utilizado en la Batalla de Tucumán en 1812", hay que decir, en honor a la verdad, que no hay ninguna prueba de que la Bandera de Macha haya  sido usada en el combate del que hoy se cumplen 200 años;  de hecho, la mayoría de los historiadores rechaza esa hipótesis.  Incluso el mismo artículo de Wikipedia, contradiciéndose a sí mismo, afirma un poco más arriba de la frase anterior que la bandera aludida "no flameó durante la batalla del 24 de Septiembre de 1812 en Tucumán". 

Lo que sí es seguro es que, pocos días después de la batalla, y atribuyendo a Nuestra Señora de la Merced tan inesperado triunfo, Belgrano mandó organizar un solemnísimo acto durante el cual le entregó su bastón de mando a la Virgen, como vemos en la siguiente  imagen.





Una versión más moderna del mismo hecho, en un mural;  dado que se realizó cuando la "Bandera de Macha" era postulada como bandera provincial, intencionadamente se destaca el pabellón blanco-celeste-blanco en manos de los soldados:






(Más datos sobre este y otros murales alusivos pueden encontrarse en Dibutopia).

En palabras del mismo Belgrano, "la patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos".

Terminamos con esta doto de la  misma imagen de la Virgen de la Merced que encabeza esta entrada; en ella se ven en total cuatro escudos (el mercedario, el nacional, el municipal tucumano y un escudo papal en la peana):



sábado, 22 de septiembre de 2012

Escudo de la Universidad de Córdoba

Ayer compartimos el escudo de la Universidad Católica de Córdoba, que muestra entre otros símbolos un pelícano, igual que el escudo de Buenos Aires que se mandó confeccionar en 1615, como lo relatamos -histórica y literariamente- el miércoles y el jueves.

Siguiendo -caprichosamente-  el hilo de esas entradas,  hoy compartiremos el escudo de otra universidad cordobesa: la Universidad Nacional de Córdoba, que tiene su origen en el siglo XVII.




A  lo largo de los años, el escudo de la Universidad Nacional de Córdoba  -nos dice su sitio web- "se ha representado de diferentes maneras, muchas de las cuales implicaron cambios considerables en la morfología del emblema. De todos modos, todos los modelos guardan una relación entre sí y con el signo original. La forma actual, vigente desde 1882, es la que más tiempo ha perdurado. Además de constituir la forma más conocida, por la amplitud de su uso, tiene un importante valor semántico".


Quienes disfrutamos de el maravilloso mundo de la Heráldica no podemos menos que alegrarnos al ver que el sitio web de la Universidad de Córdoba dedica un amplio espacio a su escudo,  que aun usa (en la versión simplificada que vemos abajo);  allí se explica su historia,  sus símbolos y otros detalles de interés que podrán verse aquí.


Nosotros nos limitaremos a compartir dos esquemas, tomados de ese mismo sitio,  que detallan  las partes del escudo y su significado:







La Universidad Nacional de Córdoba  es una institución oficial;  su origen católico (y más precisamente jesuita) determina la presencia en el escudo de símbolos religiosos, como las iniciales IHS, símbolo de la Compañia de Jesús,  y el mismo lema "Ut portet nomen meum", "Para que lleve mi nombre", tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles:   “Vade, quoniam vas electionis est mihi iste, ut portet nomen meum coram gentibus et regibus et filiis Israel”

«Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel»       (Hech 9, 15)






El lema en la banda externa alude al nombre completo original de la ciudad sede: "Universidad de Córdoba del Tucumán". En  la versión que vemos abajo, de fines del siglo XIX,  cuando la universidad ya era del Estado, se lee en cambio "Universidad Nacional de Córdoba":

La Universidad de Córdoba  tiene como Patrona a la Inmaculada Concepción, cuya fiesta se celebra oficialmente cada  8 de diciembre en la Iglesia de la Compañía, desde que el Claustro lo decidió en 1678. En esa fecha se realiza todos los años el acto de cierre del ciclo lectivo, presidido por el Rector.





Un antiguo, bello e interesante escudo en "La Docta".

viernes, 21 de septiembre de 2012

Escudo de la Universidad Católica de Córdoba

Esta entrada se enlaza caprichosamente con las dos entradas precedentes, por la presencia de un pelícano también en el escudo que veremos hoy. Se trata del escudo de la Universidad Católica de Córdoba,  que fue  creado por el profesor Carlos Luque Columbres.



Es "el símbolo o marca principal de representación de la Universidad", según los datos que hemos recogido en un sitio web de la Pontificia Universidad Javeriana.




La explicación de su significado, realizada por su autor y publicada -siempre según aquel sitio web- en el Diario “Los Principios” de Córdoba del 8 de junio de 1981,  que transcribimos en forma textual del mencionado sitio web, es la que sigue:


“Escudo ovalado, cortado: 1) De oro, con un pelícano de su color que se hiere el pecho, del que caen gotas de sangre que beben sus tres hijos pequeños. 2) De azur, con siete estrellas de plata de cinco rayos. El todo sobre una cartela de pergamino, en cuya parte superior figura, a manera de timbre, el nombre de Jesús –JHS- y en su parte inferior la divisa “Veritas Liberavit vos” (La verdad los hará libres, Evangelio de S. Juan: 8, 32).

El pelícano es el símbolo de Nuestro Señor Jesucristo, de la Redención Cristiana, de la Doctrina Eucarística y del Sacrificio. Tiene su origen en una leyenda muy generalizada en la Edad Media, según la cual, al acariciar la madre a sus polluelos les hiere los costados y éstos se desangran y mueren. Después de tres días llega el padre, y al encontrarlos muertos, se abre el pecho con su pico, se pone encima de las heridas de los muertos y su sangre, al penetrar en ellas, les da de nuevo vida.

La estrella significa luz, verdad, grandeza, prudencia, paz y felicidad. Su número de siete representa los siete dones, del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, y temor a Dios. Los cinco rayos de cada una simbolizan las cinco letras del nombre de María. El otro es justicia, nobleza, generosidad, soberanía, prosperidad y poder y constancia. Dicen los antiguos autores que los que traen ese metal en sus armas están obligados a amparar a los pobres y a defender a sus príncipes hasta derramar la última gota de sangre”.

jueves, 20 de septiembre de 2012

"Los pelícanos de plata" (2 de 2)

Ayer nos referimos a una circunstancia muy curiosa en la historia de los escudos de Buenos Aires: el encargo a un tal Melchor Míguez, como condena por el delito de lesiones, de que labrara las armas porteñas en un sello de plata.  El encargo lo hizo el alcalde Víctor Casco de Mendoza, describiendo el escudo como formado por un pelícano con cinco polluelos.  No se sabe si el escudo se confeccionó; en todo caso, nunca fue usado.

Sobre esos datos, Manuel Mujica Láinez creó el maravilloso relato que transcribimos a continuación.


Los pelícanos de plata

1615

Melchor Míguez da los últimos toques con el cincel al gran sello de plata que ostenta en su centro el escudo de la ciudad. Ya está lista la obra que por castigo le impusieron los cabildantes hace veinte días. Hay tres cirios titilantes sobre la mesa y el fondo del aposento se ilumina con las ascuas del hornillo, bajo la imagen de San Eloy. El platero enciende dos velas más. Ahora la habitación resplandece como un altar, alrededor del santo patrono de los orífices. Melchor ajusta el mango de madera al sello y lo hace girar entre los dedos finos, entornando los ojos para valorar cada detalle. Está satisfecho con su trabajo y los ediles tendrán que estarlo también. En el círculo de plata maciza, abre sus alas el pelícano heráldico. Cinco polluelos alzan los picos en tomo. Tal es la descripción que le hizo el capitán Víctor Casco, alcalde ordinario, cuando le leyeron la sentencia y Melchor Míguez se ha ceñido exactamente a lo dispuesto. Luego, mientras burilaba los animalejos de abultado buche, salieron otros vecinos, viejos pobladores, alegando que ésas no eran las armas que Juan de Garay había diseñado para Buenos Aires, que ellos creían recordar que se trataba de un águila con sus aguiluchos; pero el terco alcalde se mantuvo en sus trece y no hubo nada que hacer. Pelícanos le pedían al platero y pelícanos había labrado.


San Eloy en su taller de orfebre

Se recostó en el respaldo de vaqueta y suspiró. Esa noche su mujer quedaría libre. Lo había prometido y tenía que cumplir. Extendió la cera verde sobre un trozo de pergamino y aplicó encima el sello de plata: los palmípedos se destacaron en la sobriedad primitiva de las líneas. Pronto se multiplicarán en los papelotes del Cabildo entre las firmas inseguras. 

Y su mujer podrá irse, si quiere. A lo mejor se va esa misma noche para Santa Fe, donde tiene una hermana. Al alba partirá una tropa de carretas con negros esclavos y mercancías. Que se vaya con ellos. No le importa ya. El otro, el amante, se ha fugado de la ciudad, con la cara marcada para siempre. Acaso se encuentren en Santa Fe. ¿Qué le importa ya al platero? La señal de su cuchillo quedará sobre el pómulo del otro, para siempre, para siempre. Y cuando la adúltera lo abrace, aunque sea en lo hondo de la noche de tinta, la cicatriz en medialuna se inflamará para enrostrarle su pecado. No podrá rozarla sin que le queme las mejillas como una brasa. 


¿El escudo de Buenos Aires podría haber llegado a ser 
semejante a este?

Después de todo, los alcaldes no extremaron el rigor. A cambio de la herida, lo único que le han exigido es que labrara ese escudo, sin cobrar nada por la hechura. El mayordomo de los propios le entregó el metal hace veinte días, y en seguida se puso a trabajar. Le gusta su oficio: es tarea delicada, señoril; requiere paciencia y arte. 

El otro estará en Santa Fe, aguardándola; pero el tajo en el pómulo, verdadero tajo de orfebre por la destreza, eso no se lo borrarán.

Ella tuvo también su pena: quince azotes diarios con el látigo trenzado, sobre las espaldas desnudas. Da lástima ver ahora esas espaldas que fueron tan hermosas. Ella misma se las ha curado con hojas cocidas y aceites, pero todas las mañanas volvían a sangrar bajo la lonja de cuero. Melchor Míguez le dijo:

–Tengo que labrar el escudo y pondré veinte días en hacerlo. Hasta que lo termine, permanecerás encerrada y recibirás quince azotes cada día. Luego podrás ir a reunirte con él.




Y no ha cedido. A medida que su obra avanzaba, enrojecieron las espaldas de su mujer y se desgarraron en llaga viva. Nada logró apiadarle: ni los gritos enloquecidos que no serían escuchados, pues su casa está apartada de todas; ni el ver, mañana a mañana, cómo se debilitaba su mujer; ni ha sucumbido tampoco ante la tentación de soltar el látigo, de caer de rodillas y de besar esos hombros cárdenos, sensuales, que adora.

Podrá irse esta noche misma, si le place. Después se lo dirá. ¿Y si se quedara? ¿Si se quedara con él? La culpa ha sido lavada ya. Ambos pagaron el precio: él, con esa pieza de plata que resume en su gracia simple su sabiduría de orfebre; ella, con su sangre. Le desanudó las ligaduras que le impedían escapar, para que se vaya esta noche, si quiere. Pero ¿y si se quedara? ¿Si volvieran a vivir como antes de que el otro apareciera con su traición? 

Se le cierran los ojos. Sueña con su mujer bella y sonriente. Él está cincelando una custodia maravillosa, como la que el maestre Enrique de Arfe hizo para la catedral de Córdoba, en España, y que sale en andas, balanceándose sobre las corozas de los penitentes, a modo de un pequeño templo de oro y de plata para el San Jorge que alancea al dragón. Ella, a su lado, en la bruma del sueño, vigila el fuego, pule la ileza, los alicates, las limas, los martillos diminutos. Melchor cabecea en su silla, en el aposento iluminado por el llanto de los cirios gruesos.

Ábrese una puerta quedamente y su mujer se adelanta, encorvada como una bruja. Cada paso le tuerce el rostro con una mueca de dolor. Despacio, sin un ruido, se aproxima al platero. Sobre la mesa brilla con la alegría de la plata nueva el sello de la ciudad. La mujer estira una mano, cuidando de no tocar los buriles. Sus dedos se crispan sobre el mango de madera dura. Ya lo tiene. Avanza hasta colocarse delante de su marido. Alza el gran sello redondo, con un vigor inesperado en su flaqueza, y de un golpe seco, rabioso, cual si manejara una daga, lo incrusta en la frente de Melchor. 

El orfebre rueda de su asiento sin un quejido. Algo se le ha quebrado en la frente, bajo el golpe salvaje.




La mujer, espantada, arroja el sello en el hornillo, para que se funda su metal. Luego huye renqueando. Afuera, escondido entre las sombras, la recibe en sus brazos un hombre con una cicatriz en la cara, en forma de medialuna.

Melchor Míguez yace en la habitación silenciosa, alumbrada como un altar para una misa mayor. En su frente hendida, la sangre se coagula en torno del perfil borroso de los pelícanos.


+++

Según la leyenda, el pelícano devolvía la vida a sus hijos muertos hiriéndose a sí mismo y rociándolos con su sangre.  Por ello es un símbolo de Cristo, que, como el pelícano, abrió su costado para salvarnos alimentándonos con su sangre. Es por eso que el pelicano aparece tan frecuentemente en el arte cristiano;  algunos ejemplos los hemos visto a lo largo del texto.

Un ejemplo más de la presencia de la Heráldica en el mundo de la Literatura.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

"Los pelícanos de plata" (1 de 2)

El  24 de junio de 2010, segundo día de vida de este Blog,  publicamos una parte de un artículo publicado en la revista "Todo es Historia" en el año 1978, firmado por  Julio Luqui Lagleyze.   El artículo se refiere a la historia de los escudos de nuestra Ciudad, historia plagada de errores, confusiones y lagunas. De ahí el nombre de aquel  artículo: "Errare humanum est".

Un curioso hito en la historia del escudo porteño tiene lugar en el año 1615. Lo abordaremos desde la Historia (en la entrada de hoy) y desde la Literatura (en la de mañana).



En el artículo mencionado, después de relatar que Juan de Garay le dio un escudo a la ciudad el 20 de octubre de 1580, el autor explica que en febrero de 1590 el Cabildo insistió ante el Consejo de Indias para que se aprobara  el blasón, ya que el placet real no había llegado aún. Finalmente la aprobación llegó el 20 de septiembre de 1591. Y sigue diciendo el artículo:
"Lamentablemente, se han perdido muchos documentos y Actas de esa época. Debido a ello, recién aparecen nuevamente noticias del escudo, el 26 de octubre de 1615, esto es  24 años más tarde. En esa sesión, el capitán Víctor Casco de Mendoza -Alcalde de Hermandad- condena al platero Melchor Miguez a que labre en plata las armas de la ciudad; Miguez había sido juzgado por lesiones. Pero Casco de Mendoza cofundador con Garay de la Trinidad y que conocía bien el escudo del fundador, a 35 años del suceso, estaba viejo y la aterosclerosis ya debía haber hecho de las suyas. Sólo así se explica la descripción que hace de las armas de la ciudad:  '...que son un pelícano con cinco hijos (...) los cuales deben ponerse en un sello de plata'.

Aparte de Casco de Mendoza -contemporáneo de la fundación como dijimos- había muchos otros que conocían las reales armas, y estaban aún las hoy desaparecidas actas que debieron haber evitado el error.
Desconocemos si llegó a usarse tal sello y tampoco si llegó a hacerse tal escudo".

Hasta aquí la historia.

Pero a partir de estos datos,  el escritor Manuel Mujica Láinez escribió un cuento, que lleva el nombre de la entrada, y que forma parte de "Misteriosa Buenos Aires".  Mañana, al cumplirse un nuevo aniversario de la aprobación del verdadero escudo de Buenos Aires, transcribiremos ese relato.